El fin de la calefacción central "a la antigua": Por qué el Gas Natural ha ganado la batalla en los hogares

Juan Francisco Sierra—
Hace no tantos años, vivir en un edificio con calefacción central era considerado un lujo. La idea de llegar a casa y encontrarla caliente sin tener que preocuparse por encender nada resultaba muy atractiva. Sin embargo, en la última década hemos sido testigos de un cambio radical en el paisaje energético de nuestras ciudades: el gas natural ha ido ganando terreno paso a paso, desplazando a las viejas calderas comunitarias.
Pero, ¿por qué se ha producido este cambio masivo? ¿Qué ha llevado a comunidades de vecinos enteras a clausurar sus viejas salas de calderas para pasarse al gas natural o instalar contadores individuales?
1. El fin del "barra libre" y la llegada de la justicia energética
El principal motor de este cambio ha sido una cuestión de equidad. En el modelo tradicional de calefacción central, el coste del combustible se dividía entre todos los vecinos por coeficiente de propiedad, independientemente de si vivían allí o no, o de si eran frioleros o calurosos.
Esto generaba situaciones absurdas: vecinos abriendo las ventanas en pleno invierno porque la calefacción estaba "a tope" y no se podía regular, mientras otros pagaban una fortuna por una casa vacía. La llegada del Gas Natural individual (o la centralización con contadores de consumo individuales) introdujo el principio de "pagas por lo que consumes". Este control del gasto propio ha sido el argumento definitivo para muchas familias.
2. La eficiencia y el adiós al Gasoil y al Carbón
Históricamente, muchas calefacciones centrales funcionaban con carbón (ya prohibido) o gasoil. El gasoil requiere camiones cisterna, depósitos en los sótanos y genera olores y suciedad. Además, es altamente contaminante.
El Gas Natural ganó terreno por ser una energía de suministro continuo (sin depósitos que rellenar), más limpia en su combustión y que permite el uso de calderas de condensación, tecnologías mucho más eficientes que aprovechan el calor latente del humo. Para una comunidad, cambiar una vieja caldera de gasoil por una moderna de gas natural suele suponer un ahorro directo en combustible y un menor coste de mantenimiento.
3. El empujón de la normativa europea
No todo ha sido una elección libre del consumidor. La normativa europea y nacional (RITE) ha ido estrechando el cerco sobre las instalaciones ineficientes. La obligación reciente de instalar repartidores de costes o contadores individuales en edificios con calefacción central ha sido el punto de inflexión.
Al obligar a medir el consumo individual, muchas comunidades hicieron números y se dieron cuenta de que mantener el viejo sistema centralizado era insostenible. Esto aceleró la conversión de salas de calderas a gas natural o, en muchos casos, la instalación de calderas individuales de gas en cada vivienda para ganar independencia total.
4. La comodidad del agua caliente instantánea
Otro factor clave donde el gas natural se impuso es la versatilidad. Mientras que las calefacciones centrales antiguas a veces cortaban el servicio en fechas fijas (independientemente de si hacía frío en abril), tener una caldera individual de gas natural permite al usuario decidir cuándo empieza y cuándo termina su invierno. Además, soluciona de un plumazo el suministro de agua caliente sanitaria sin depender de termos eléctricos que se vacían a mitad de la ducha.
Conclusión: El control vuelve a tu mano
El gas natural ha conquistado los hogares porque ofrece un equilibrio entre confort, potencia calorífica y, sobre todo, control.
Al pasar a un sistema individual o medido, el propietario pasa a ser el único responsable de su factura. Esto es una gran ventaja, pero conlleva una responsabilidad: ahora el precio lo negocias tú. Al no depender de un administrador de fincas que negocie el gasoil, cada hogar tiene la libertad (y el deber) de buscar la mejor tarifa de gas del mercado para asegurarse de que ese confort ganado no se convierta en un susto a final de mes.
